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14.12.2014 01:03

Ambrose Bierce, narrar hasta morir

No hace tanto leí
gringo viejo. ¨Aquel hombre no tiene miedo, vino a morir¨, aquella frase
resuena y rebota como el encaje perfecto para un escritor cercano a la vida y
por lo tanto, a la muerte. Bierce se enlistó en la 9¨ fila de Regimiento de
infantería de indiana, y desde ahí, su vida nunca dejo de tener cercanía con lo
bélico, tan solo cambió el puesto de combate, el arma por el papel y pasó de
ser actor a ser espectador, por lo menos hasta antes de su desaparición.

 Libros como Tales of  Soldiers and  Civilian, son, en cierta medida, su experiencia.
Bierce siguió de cerca lo urbano y lo humano, y lo atrapó con su estilo mordaz,
altamente peculiar. Su trabajo en el periodismo alimentó su producción
literaria y su cercanía con la cruda realidad, de ahí, precisamente, que lo
fantástico en Bierce está en su forma de asumir la vida y su capacidad llena de
suspicacia y aguda inteligencia para escribir, casi siempre, sobre hechos
cruentos, violentos, macabros. Pero también, de llevar su vida a tal punto, de
convertirse en un personaje más de alguna historia de guerra.

 Luego de llevar una vida tranquila, como  en el mejor relato de ficción, Bierce deja de
ser persona para ser personaje.

Fuentes lo acompaña en su novela
de una Puta y algunos bandoleros de pancho villa. Bierce es un gringo vanidoso
y culto que quiere morir como en sus cuentos, en gloria, con algo de heroísmo y
fábula, con olor a leyenda.

Antes de partir a México, en una carta fechada el 1 de
octubre de 1913, escribió a una de sus familiares en Washington: «Adiós. Si
oyes que he sido colocado contra un muro de piedra mexicano y me han fusilado
hasta convertirme en harapos, por favor, entiende que yo pienso que esa es una
manera muy buena de salir de esta vida. Supera a la ancianidad, a la enfermedad,
o a la caída por las escaleras de la bodega. Ser un gringo en México. ¡Ah, eso
sí es eutanasia!».

Muchas han escrito sobre su vida y su desaparición, yo ahora
reescribo lo ya nombrado, tan solo aportando, quizás, si nadie lo ha hecho, las
gracias, el reconocimiento a una vida entera entregada sin precauciones a la
inestable, pero siempre mágica literatura.

Bierce fue tan magistral narrador, que pudo, como casi nadie,
decidir y escribir su muerte.


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